miércoles, 30 de diciembre de 2015

Un banco a medio robar

 Pedrito llegó a casa con una media en la cabeza y 85 euros en una mano enguantada. En la otra mano todavía llevaba la pistola de juguete que le había tocado en una tómbola. Doña Lola le quitó la pistola de la mano y agarró el dinero.

 -¿Esto es todo, hijo?
 -No me dieron más dinero.
 -¿Los apuntaste con la pistola?
 -Sí, mamá, y nada. Decçían que la máquina no echaba dinero. Estos euros los cogí en un despacho.
 -Tú no vales para ladrón, hijo.

 Doña Lola guardó el dinero en su cartera. mañana, pensó, iría ella misma. Seguro que les sacaba más pasta. Doña Lola buscó en el cajón de los cubiertos un cuchillo jamonero.

 -¿Qué haces, mamá? -preguntó Pedrito.
 -Busco un arma para robar en ese puñetero banco que tú dejaste a medio robar.

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lunes, 28 de diciembre de 2015

Su marido moro

 Cuando vivía en Túnez era feliz. Por eso echaba de menos la isla de Yerba donde tenía una casa al lado de una playa con palmeras. Amelia recordaba sus naranjos con aquellas naranjas que se deshacían en zumo. Todos los días le llevaba un zumo recién exprimido a su marido moro. Él sonreía y bebía.

 ¿Qué habría sido de su marido? La última vez que lo vio estaba paseando por el arenal próximo a su casa con su cuarta esposa, una joven tan callada como él. Era rusa y muy guapa. Amelia les había deseado suerte.

 -Tendrás que seguir tú solo con la tienda de cerámica vidriada.
 -Voy a vender joyas. Los turistas las prefieren a los cacharros.
 -Tal vez deberías abrir un restaurante de tapas.
 -Mi rusa no sabe cocinar y no quiero quedar mal con los clientes.

 Amelia se fue. Su etapa tunecina había acabado. Ella no valía para compartir a su marido con una rusa que jugaba al tenis y mascaba chicle de fresa.

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miércoles, 23 de diciembre de 2015

El gato de doña Lola

Fue un día de besos y abrazos. Todos los vecinos del barrio tenían un décimo de lotería premiado con el gordo. Doña Lola, la lotera, había metido el gato en una urna porque temía que los eufóricos vecinos se lo mataran con sus achuchones.

El gato aceptó una copa de cava, se comió un polvorón y afiló las uñas en el cristal de la urna. Empezaba a quedarse dormido cuando doña Lola echó el cierre a la administración de lotería. Maulló. La lotera reparó en él y le abrió la urna. El gato fue directo al cajón donde se guardaban los décimos de lotería de Reyes y meó sobre ellos.

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Una buena noticia

El coche cayó por un terraplén antes de llegar a los primeros pinos del monte. Elena esperó a que parara de dar vueltas de campana. Una vez que se detuvo, abrió la puerta y salió del vehículo abollado con una sonrisa en los labios. Ahora podría hablar con las visitas de un accidente de tráfico al que había sobrevivido.

Su marido también había sobrevivido. Salió por la puerta del conductor tosiendo. El tabaco seguía acortándole la vida.

-No eres viuda -le dijo.
-Una buena noticia, cariño -contestó Elena-. La mala noticia es que hay que comprar otro coche. Esta chatarra acabó su vida útil.

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martes, 22 de diciembre de 2015

El primo Luis

El primo Luis se ocupaba de todo en la casa de la abuela. Desde bajar las bolsas de la basura hasta comprar la comida y la ropa de la abuela y también se ocupaba de ir cambiando la decoración del piso cada mes. La abuela insistía en gastar su dinero en nuevos muebles, como lo había hecho siempre. Ahora tendríamos que decirle que no podría seguir contando con Luis. Mi hermana me pasó la caja que contenía las cenizas de nuestro primo para que se las entregara a la abuela. El primo quería que sus cenizas fueran depositadas en la maceta de los geranios que más le gustaba a nuestra abuela.


domingo, 13 de diciembre de 2015

El Príncipe y Cenicienta

La vieja aporreó la puerta con sus manos huesudas y dejó la marca de sus uñas despintadas en el barniz que todavía olía a pintor. Fue entonces cuando abrió el príncipe, un hombre joven vestido con un pijama azul a juego con el color de su sangre. Miró a la vieja y cerró dando un portazo.

-Soy tu hada madrina -dijo la vieja.

El príncipe volvió a abrir la puerta y le preguntó por Cenicienta.

-Hoy no viene -le contestó la vieja-. Está muy ocupada matando a su madrastra. Comprenda usted que una muerte por envenenamiento es lenta.

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miércoles, 11 de marzo de 2015

Las cosas del abuelo

 Pintando aquellos extraños bisontes mi abuelo cayó al pozo. Fue un escándalo que todavía recuerdan los más viejos del lugar. Han pasado muchos años, pero nadie ha olvidado las sirenas de los bomberos rompiendo la tranquilidad del pueblo y como dos robustos caballeros vestidos con trajes negros y cascos sacaban a mi abuelo de las profundidades del pozo. Estos días el pozo ha vuelto a abrirse. El Gobierno dice que hay petróleo. Miro como trabajan los obreros y no puedo evitar reírme cuando en un cubo suben un trozo de piedra con el dibujo de un bisonte. Es un yacimiento arqueológico, dice el ingeniero. 

viernes, 6 de marzo de 2015

Un chico valiente

 Está decidido a demostrarle que es valiente. Esta vez nadie se reirá de su cara amoratada por los golpes recibidos por sus compañeros de clase. Ana se sentirá orgullosa de él. No lo piensa más. Desde la primera fila del circo salta al recinto cerrado y se encamina a la jaula de los leones. Un grito le resuena en los oídos. Cuando la leona abre las fauces ve como su madre se desmaya entre el público que empieza a aplaudir.

Depresión

 Estaba solo. Su esposa se había ido con sus amigas a un viaje por a India. Sus hijos nunca venían a verlo. Sus nietos tampoco. Don Jaime nunca les daba nada y ellos querían dinero. Se sintió ahogar en aquella estancia llena de fotografías familiares. Era la depresión. La maldita depresión lo atacaba tanto como el olor a limón artificial que había dejado en el suelo la asistenta cuando salió del salón arrastrando la fregona por el suelo.

La vecina consolable

 La psicóloga calmaba a la vecina que se había asomado cuando el coche del vecino del quinto se empotró contra el autobús escolar. La mujer lloraba y miraba al policía que acordonaba la zona para que los curiosos no se acercaran demasiado a la escena del accidente. Pensó que era igualito a su primer novio, aquel adolescente que le robó el primer beso en el portal del viejo edificio donde vivía con sus padres cuando tenía quince años.

 -Ahora sigo -le dijo a la psicóloga.
 -¿Cómo dice? 
 -Que ahora sigo llorando. Usted espere. Tengo que preguntarle a este buen mozo si es hijo de mi Heriberto.

 La vecina que había presenciado como cuatro niños habían sido arrollados por el vecino del quinto se acercó al policía y le preguntó por su padre.

El viejo de la corbata gris

 El viejo de la corbata gris se hizo el nudo mirando su cara arrugada en el espejo del armario ropero. Había cumplido ochenta años y se le notaban los ochenta abriles en cada arruga que surcaba su rostro. Hoy volvería al parque, andaría entre los niños que se columpiaban, espiaría a las madres que daban el pecho a los bebés, se apartaría de las abuelas que olían a colonia barata. El viejo de la corbata gris le daría limosna a los pobres que pedían en la entrada del parque privado de la urbanización. Era su manera de hacerse perdonar todos sus pecados.

El niño rico

 Nunca lo sacaban a la calle porque su madre temía que los niños del parque le contagiarán alguna enfermedad peor que el sarampión que lo había tenido postrado en la cama durante un mes. De vez en cuando, se le acercaba la cocinera con un plato de pastas de té y le daba una antes de llevárselas a su madre. El niño la aceptaba con una sonrisa. Su madre nunca contaba las pastas. Pensaba que comía las seis que siempre le decía a la cocinera que le llevara a la cama.