miércoles, 30 de septiembre de 2020

Tres relatos

TIENE TODO RECOGIDO

Tiene todo recogido. La ropa está ordenada por colores en el armario. En el joyero, una hermosa cajita de oro, guarda su joya más preciada: el anillo de bodas. Y en los cajones del armario, cuidadosamente archivadas por fechas, están las fotos familiares, los documentos del chalé, los talonarios del banco. En la cama, bajo un edredón de algodón barato, duerme Encarna. El calor de la habitación me reconforta. Su pelo es suave y huele a champú infantil. Le coloco un mechón. Ha cambiado poco desde que nos divorciamos. Si no fuera por mi ex esposa que duerme a su lado, le diría que papá está en casa.
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INVERTIRÍA EN ORO
Invertiría en oro, decidió. Comprar un piso para alquilar era una inversión arriesgada. Prefería comprar una joya y otra y otra. Las joyas siempre se venden bien. Además, no hay que declarar a Hacienda la cantidad de joyas que tienes en el joyero.

Así inició su carrera de inversionista en oro. Le fue bien. Compraba joyas a amigas en apuros y las vendía en su página web. Ni un euro le pagó nunca a Hacienda. Era una evasora fiscal. Para algo su tienda online tenía sede en Mónaco. Por eso tuvo que decirle a Ernesto que no lo quería: su pretendiente era inspector de Hacienda.
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ERA UNA PULSERA DE ORO
Era una pulsera de oro. La probó. Le quedaba muy ostentosa y algo floja en la muñeca. Sin pensarlo, la guardó en el bolso. Cuando salía de los servicios de la cafetería entraba una mujer joven gritando que había perdido la pulsera. Preguntaba si habían visto la joya. Nadie le hacía mucho caso. La joven iba despeinada y olía a sudor.

La volvió a ver esa noche. Ahora estaba bien peinada y su olor corporal había desaparecido. A su lado se sentaba su vecino. Comprendió que no debía usar la joya. Sería mejor venderla
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lunes, 14 de septiembre de 2020

Bailar pegados

Bailar pegados no es bailar cantaba Sergio Dalma. Mi compañera de piso dejaba que la canción se oyera en toda la vivienda. Era su manera de decirnos que volvía a estar enamorada. Lola gritó desde la cocina que bajara la voz del tocadiscos viejo que nos había dejado la casera. Abrí la puerta para decirle que le hiciera caso, por favor, porque Lola siempre fue agresiva.

Mi compañera de piso sonrió, y se tocó la barriga. Estoy embarazada, dijo bajito. Me pidió que no se lo dijera a Lola. Lo comprendí cuando la vi al día siguiente en el bar con el hermano de nuestra vieja amiga.

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viernes, 4 de septiembre de 2020

La viuda no llora

Era viuda. Se miró al espejo sin llorar. Vio a una mujer que estaba envejeciendo. No podía negar sus cincuenta años recién cumplidos. Acarició su cara en el cristal del espejo, sintiendo lástima de sí misma.

Cuando saliera se encontraría con una cola de amigos esperando para darle el pésame. Le hablarían de Jorge, de sus bromas, de las mil anécdotas que recordaban, le pediría que fuera fuerte, le dirían que pensara en sus hijas.

Sus hijas todavía no sabían que eran huérfanas. Se lo iba a decir su suegro. Les diría que papá las quiso mucho, pero se fue, así, de repente. Y les enseñaría el periódico donde venía la esquela, tras arrancar la página que recogía el accidente en la lancha motora. Recordó el titular: el prestigioso científico Jorge Villahermosa muere tras chocar su lancha con un delfín en la playa. El delfín había resultado herido.

Yolanda Smith
Escritora Anónima