lunes, 27 de enero de 2020

Un ladrón recién salido de la cárcel

​ La abuela había dejado al abuelo. Nadie hablaba del abuelo. Mamá me dijo un día antes de que apareciera aquel hombre vestido con traje de sastre que su padre era rico, muy rico.

 -No te imaginas lo rico que es el abuelo, hija.
 -¿Sale en la lista Forbes? -le pregunté, interesada.
 -Sí, cariño. Estuvo en los primeros puestos. Pero hace tiempo. En el Forbes actual no está. Tú ya lo entenderás, hija.

 Lo entendí cuando lo vi. Lo conocía de toda la vida. El abuelo llegó a nuestro hogar con el disfraz de Al Capone. La abuela le dijo otra vez que se fuera. No quería en su casa a un ladrón recién salido de la cárcel.

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domingo, 5 de enero de 2020

Borrachera de anís

​ El anís fue culpable. Tiritaba. Pasó toda la mañana tiritando. Don Anselmo miraba su cara sin afeitar en el espejo del tocador de su esposa. Seguía colorado. Menos mal que la esposa dormía. Doña Anita nunca entendía al marido. No le cabía en la cabeza que don Anselmo bebiera en la cofradía de la Virgen de las Angustias.

 Don Anselmo regresó a la cama. Entre la Virgen de las Angustias y su esposa acabaría muerto. Seguía tiritando. Se abrazó a la almohada, angustiado, avergonzado, deprimido. Era un mal marido, un mal padre, un mal abuelo, un peor suegro. Se lo había dicho su nuera, la otra Anita, la mujer que abandonó a Anselmito y se fue con el preso que había liberado la Cofradía. Lloró un poco. Su esposa despertó.

 -¡Otra vez borracho!
 -Perdona, Anita.
 -No llores, cabrón.

 Su Anita levantó de la cama sus noventa kilos. Don Anselmo quedó dormido cuando escuchó el ruido del aspirador por el suelo del pasillo.

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