lunes, 18 de febrero de 2019

La monja y el albañil

​ No estaba solo: sor Elena había venido a su casa para quedarse. Empezó a rezar un padrenuestro. La monja se unió al rezo. Parecía otra sin hábito. Acabaron de rezar y se dieron un beso. No era pecado, creía.

 -¿Me quieres? -le preguntó.
 -Mucho.
 -¿Volverás al convento?
 -Nunca.

 Volvieron a besarse. Anselmo recordó su primer beso. Había sido delante de la Virgen de las Dolores de la capilla del convento. Anselmo era uno de los albañiles de la empresa que estaba arreglando la cubierta del templo. Sor Elena llevaba dos meses en el convento. Había venido de Caracas pobre y le había parecido una buena idea hacerse monja. Era una manera como otra de tener un techo.

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miércoles, 6 de febrero de 2019

Caperucita entre lobos

​ Tenía ante sí a Caperucita. La miró de cerca y casi grita al ver la merienda de chocolates en un cesto de mimbre.

 -¿Te has perdido? -le preguntó la niña.
 -Casi, pero tú sigue, que yo soy el lobo y como niñas.
 -¿Quieres un chocolate?
 -No, hija mía.
 -¿Y una galleta?
 -No es lo mío.
 -Llevo turrón de guindas.
 -Mejor no insistas.

 Caperucita se fue con su cestito. La siguió hasta la casa de la abuelita. Entonces vio a su amigo: un lobo abuelo que no comía niñas.

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