viernes, 9 de abril de 2021

La guitarra de Eduardo

Eduardo llegó a la hospedería con su guitarra infantil. Era un músico atípico. Lo era por necesidad. Eduardo no tenía trabajo y sólo podía permitirse dar rienda suelta a su amor por la música con los instrumentos musicales que le había regalado su madre durante su infancia.

Doña Carmen lo recibió como a un hijo. Era una fan de los artistas desconocidos. Por su hospedería pasaban las figuras más señeras del Arte Oculto.

-Soy una mecenas -le dijo a Eduardo.
-Justo lo que necesito. ¿Cuánto dinero me pagaría?

La mujer lo miró espantada. Eduardo comprendió que una mecenas no entrega el dinero tan fácilmente. Le sonrió y piropeó su vestido de flores.

-¿Te gusta? Lo hice con una tela de un mantón de manila de mi abuela.
-Es un bonito reciclaje.
-Estoy reciclando las viejas telas. No quiero contaminar el Planeta.
-Yo tampoco. Mi guitarra es la guitarra que tuve de niño.

La dueña de la hospedería le presentó a un escultor de figuras de barro salado, a un pintor con pintura de dedos y a una joven que hacía prácticas de estatua humana en el jardín. Se llamaba María.

-Tienes que verla hacer de Virgen en la Capilla de Peregrinos. No se inmuta cuando mis amigas le pasan el pañuelo por la cara.

Eduardo empezó a sentirse incómodo. Iba a ser el cuarto bufón de doña Carmen y sus millonarias amigas, pero, pensó en el viejo piso en el que su madre vivía con su padrastro, un hombre dado a la bebida y a los malos tratos, y decidió quedar a vivir en la hospedería de doña Carmen.

Yolanda Smith
Escritora Anónima



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