Eloísa se llamaba la vecina que había llegado de Madrid como venida del cielo. La joven llenó de modernidad el edificio. Por eso unos la odiaban y otros la querían.
Pero en lo que coincidía todo el vecindario era en que Eloísa se ganaba muy bien la vida enseñando sus bragas bordadas con hilo de oro en sus redes sociales. ¡Le llovían los seguidores y el dinero de las marcas!
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