viernes, 22 de octubre de 2021

Los libros de actas

Sólo tenía que echarle el guante a unos libros de actas. Fue lo que le dijo Ramiro, el vigilante despedido injustamente. Elena lo iba a hacer por amor. Entraría en el despacho del secretario, cerraría la puerta y se pondría a limpiar. Era lo que hacía todas las tardes, una vez que el secretario marchaba para su casa. Sabía donde estaban los libros. Elena siempre había curioseado la estancia. Le gustaba tener en sus manos las fotografías de la familia del secretario: un marco con la foto de una mujer extremadamente delgada y otro marco con dos niños (niña y niño) sonrientes. El secretario tenía otra fotografía suya enmarcada y colgada en la pared lateral. Se le veía demasiado joven.

Ramiro la esperaba en el Bar Espléndido. Leía La Voz de Galicia. Levantó la mirada y le sonrió. Sabía que llevaba los libros. Elena se los entregó. No le dijo que la acababan de despedir.
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