Llamaron a la puerta con nudillos presurosos. Adelita abrió tras mirar por la mirilla y ver a los uniformados.
-¿Vive aquí Hugo Ballesteros?
-Vivía.
-¿Cómo dice?
-Ahora está domiciliado en casa de su amante.
-¿Sabe la dirección?
Adelita señaló la puerta del piso del mismo rellano.
-Por favor, detengas a los dos -les rogó-. Mi ex pareja quiere mucho a su amante. No me gustaría verlo sufrir.
Cerró la puerta aliviada. Hugo tenía razón cuando la dejó: ella no valía para ser la mujer de un marcotraficante.
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