sábado, 5 de febrero de 2022

Las sábanas de Elisa

Verlo lavar y lavar me aburría. Por eso lo dejé. Nunca hubiera imaginado que el chico simpático del gimnasio también frecuentaba las lavanderías industriales. En la lavandería del barrio me pareció menos simpático. Llenaba la lavadora de sábanas y se sentaba a esperar a que la colada estuviera lista. Un día lo ayudé a doblar las sábanas. En una esquina de la sábana superior leí el nombre de ella: Elisa. No, no podía competir con ella.

 Elisa era su perrita caniche. La había heredado de su madre fallecida hacía casi un año. Yo no estaba preparada para tener una suegra presente en los ojos inquisidores de Elisa.




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