Los niños se escondían en su habitación cuando escuchaban los pasos de su padre en las escaleras de madera del edificio. Venía siempre borracho y solía traer una mancha de carmín en la mejilla derecha. Su padre nunca les pegaba a ellos ni a su madre, pero corría con una escoba detrás de la mascota de la casa, un perro pequeño y asustadizo.Su madre gritaba. Los gritos acababan cuando se cerraba la puerta otra vez y el perro corría escaleras abajo con papá, ya sin la escoba en la mano. Entonces, los niños salían de su habitación y corrían hacia el balcón. Desde allí miraban como papá corría con el perro igual que el vecino del quinto derecha, un hombre joven que siempre corría vestido con chándal.
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