La vieja aporreó la puerta con sus manos huesudas y dejó la marca de sus uñas despintadas en el barniz que todavía olía a pintor. Fue entonces cuando abrió el príncipe, un hombre joven vestido con un pijama azul a juego con el color de su sangre. Miró a la vieja y cerró dando un portazo.
-Soy tu hada madrina -dijo la vieja.
El príncipe volvió a abrir la puerta y le preguntó por Cenicienta.
-Hoy no viene -le contestó la vieja-. Está muy ocupada matando a su madrastra. Comprenda usted que una muerte por envenenamiento es lenta.
------------------
No hay comentarios:
Publicar un comentario