La casa de verano de Marta parecía tranquila, como siempre. Las ventanas cerradas, las puertas seguras y el silencio reinaba. Pero aquella noche, sin previo aviso, la alarma se activó, rompiendo la quietud con su sonido estridente. Los vecinos alertados llamaron a la policía. Al llegar, encontraron huellas diminutas y una ventana entreabierta. La tensión aumentaba mientras los agentes buscaban al responsable. Finalmente, descubrieron al intruso: un gato curioso que había entrado por la ventana y activado el sistema. Con una mezcla de alivio y risa, Marta entendió que, aunque el sistema de seguridad funcionaba, el verdadero guardián era un felino aventurero.
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